Llega el lunes, el fin de
semana pasa. Mediados de septiembre, otro mes (el primero post-vacaciones) que
comienza a desvanecerse… Me acosan deseos, ideas, pensamientos de cosas que
quiero tener y no tengo y que probablemente no tendré. La sociedad consumista
en la que vivo inmerso me hostiga con flashes publicitarios que intentan
convencerme de que necesito un coche que me haga disfrutar de la carretera, un
móvil nuevo que hace cosas increíbles o un ordenador ligero y potente que me
resolverá la vida y me dará un trabajo que me hará rico. Mierda, mierda
preciosa y reluciente chapada en oro y con precio de diamante. Un 20% más rápida,
un 20% más ligera, superior… la mierda que quieres, la mierda que necesitas!
Vende a tu mujer y a tus hijos por esa mierda, la mejor mierda que jamás has
tenido…
Estos pensamientos y
estas ideas nos apartan del camino recto, nos alejan de aquello que realmente
es importante y nos relegan a una superficialidad y a un devenir de la vida
superfluo y pobre. No necesito la última mierda chapada en oro más rápida y más
ligera; necesito aquello que ya tengo: personas que me importan y a las que
importo y por las que merece la pena seguir teniendo fe en la vida.
Rompe el círculo.
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