Muchas veces es
complicado encontrar tiempo para hacer las cosas que uno quiere pero otras
veces lo complicado es encontrar las ganas de hacer cosas. Parece que cuantas
menos obligaciones tengo menos me apetece hacer ninguna de las cosas que me
apetece hacer. Es una paradoja curiosa: poco tiempo es igual a muchas ganas y
mucho tiempo es igual a pocas ganas. No es extraño, últimamente, verme tirado
en el sofá viendo algo en la tele (netflix o algo descargado) sin demasiado entusiasmo
y hasta el punto de ponerme a hacer otra cosa en el móvil al mismo tiempo. Una
pena.
Y digo pena aún a
sabiendas de la dureza de la palabra. Me parece lamentable que cuando más
agobiado voy o cuando más repleta tengo la agenda es cuando más ganas me entran
de leer, jugar o cuando se me ocurre alguna cosa interesante para ver. Termina la
jornada laboral, llego a casa y en lugar hacer cosas que me gustan me ocupo en
tonterías que al final del día no me han llenado nada. Pronto llega la hora de
irse a dormir (porque madrugo) y vuelta a comenzar. Así me voy arrastrando día
tras día con la mirada en el horizonte esperando atisbar por fin la tierra de
la salvación: el viernes. Pero la tarde del viernes pasa rápido y todavía lo
hace más el sábado y la mañana del domingo. Cuando me quiero dar cuenta vuelvo
a estar en la tarde del domingo compadeciéndome por no haber aprovechado esos
dos días y medio de tiempo libre.
Pero hay
esperanza dentro de tanta negatividad y hastío. Se llama “planificación”.
Planificar: decidir qué se va a hacer y no dejarse llevar por el paso vacío de
las horas. Si antes de llegar a casa planificamos qué tareas vamos a hacer
seguro que al final del día nos sentimos mejor, pensaremos que hemos hecho
justo lo que queríamos (aunque sean cosas que no queramos, curiosamente). Solo
hace falta dedicar unos minutos en algún momento muerto para contar las horas
disponibles que vamos a tener al llegar a casa. Justo después lo suyo es pensar
en tareas o actividades que tengamos o queramos hacer, de esta manera no
llegaremos al momento concreto en el que nos tiramos en el sofá y pensamos “¿y
ahora qué hago?”. Porque sabemos que si llegamos a ese momento lo más seguro es
que terminemos por perder el tiempo de una manera frustrante.
Yo me voy a
proponer planificarme mejor, pensar en ese tiempo que no estoy utilizando para
llenarlo de tareas y actividades productivas y/o reconfortantes. ¿Te parece una
buena idea?
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